“Los ondenses son personas muy solidarias, te ayudan cuando lo necesitas” decía, con toda la razón, una chica argentina en una reciente entrevista publicada por Arrels. En general, toda España es una Nación solidaria que suele ayudar a quién lo necesita incluso más allá de sus posibilidades. Pero todo tiene límites y dramáticamente en los últimos años a medida que avanza la crisis estos se van estrechando.
En 2008 el Estado todavía tenía un amplio margen de maniobra. La burbuja inmobiliaria había proporcionado abundantes ingresos que se emplearon en ayudas y en los Plan E. Pero todo esto ha ido menguando. El superávit ha sido sustituido por la amenaza de intervención de nuestra economía. Los bonos, pagarés y letras del Tesoro, para ser colocados en los mercados, precisan estar cubiertos con seguros que indican muy a las claras que se trata de operaciones de “alto riesgo”.
En estas condiciones todavía siguen entrando más y más inmigrantes, por pateras (magrebíes y subsaharianos), por la frontera pirenaica (rumanos), por Barajas (andinos), en un momento en que en todo el mundo se sabe que España es el país más afectado por la crisis y en donde no hay trabajo. En estas circunstancias hay que pensar que no vienen atraídos por las ofertas de trabajo (inexistentes por lo demás) sino por los servicios sociales que el Estado ofrece y que pagamos usted y yo.
Nuestro pueblo es solidario y todos los inmigrantes que han llegado aquí lo saben. Pero nuestro pueblo ya no puede más. No puede seguir llegando inmigración subsidiada que paguemos los que ya tenemos dificultades para salir adelante. Si alguien tiene hambre se le da de comer, pero entre dar de comer a un recién llegado o darle a nuestros hijos, no sé si alguien dudará de cuál es la preferencia.
Va siendo hora de reconocer la realidad: aquí somos todo lo solidarios que haga falta, pero cuando ya no queda sino el reparto de la miseria, es hora del realismo. Un país con 5.000.000 de parados y sin perspectivas de recuperación no puede subsidiar a una masa de inmigrantes de la que solamente trabajan 1.500.000, es decir, la cuarta parte, cuando estamos al borde de la quiebra.
Empecemos a pensar que la última muestra que podemos dar de solidaridad a los inmigrantes que están en paro de larga duración –y que a la vista de cómo está el mercado laboral, no tienen perspectivas de encontrar trabajo durante años- es pagarles el billete de retorno a su país de origen. La repatriación masiva de inmigrantes ilegales y de inmigrantes de larga duración es hoy una necesidad para sanear nuestra economía. Somos solidarios, no tontos.
Santiago Bojados - Concejal de España 2000 en Onda
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